El Índice de Precios al Consumidor (IPC) registró en mayo una suba de 1,5%, la más baja desde mayo de 2020, en plena pandemia. En el Gobierno destacan el contexto en el que se logró: una economía en expansión —con un crecimiento estimado del 6% anual— y sin restricciones generalizadas como las que regían durante el confinamiento por el covid-19. Si se excluye ese periodo excepcional, hay que remontarse a noviembre de 2017 para encontrar una variación menor (1,4%).
Desde el Palacio de Hacienda atribuyen el resultado a una combinación de factores: la estabilidad cambiaria tras el levantamiento parcial del cepo, la desaceleración en los aumentos de tarifas y una moderación en los precios estacionales.
Productos como la lechuga y la papa cayeron 25% y 8%, respectivamente, en comparación con abril. Además, se ralentizó el proceso de recomposición tarifaria, lo que ayudó a contener el avance del índice.
Pese al alivio que genera la cifra, el Gobierno se mantiene cauto respecto a proyecciones futuras. El Presupuesto 2025 —aún no aprobado— prevé una inflación anual del 18,3%, pero el acumulado hasta mayo ya alcanza el 13,3%.
Para no superar esa meta, la inflación mensual debería mantenerse por debajo del 0,6% durante el resto del año, un escenario que los analistas privados consideran improbable. Según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), el año cerraría con una inflación del 28,6%.
En Economía sostienen que el control de precios se apoya en una política de equilibrio fiscal y restricción monetaria. No obstante, en el mercado advierten sobre el riesgo de tensiones cambiarias en los próximos meses.
El valor del dólar, actualmente contenido por la compra de divisas con superávit comercial y sin intervención directa, podría verse presionado cuando disminuya la oferta del agro y aumente la demanda por cobertura preelectoral.
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